viernes, 4 de diciembre de 2015

Collar full: Ocho.

Demasiado pronto llego el momento de publicar el octavo capítulo.

Capítulo 8


Antes de volver a Alemania, yo era una persona nocturna. Me pasaba durmiendo de día y vivía por las noches, igual que Bill. Aunque me acostumbre muy pronto al cambio de horario y a invertir el patrón una vez que llegue aquí. A Bill tampoco le costó tanto. Y es por eso que se siente tan extraño tener insomnio a estas alturas del partido.

Son las 3:22 am. Como Bill no podía dormir para siempre en nuestra sala, se ha comprado una cama y la instaló en mi recamara, a medio metro de distancia de la mía. Sólo han pasado quince días desde que llegó y quizá fue demasiado pronto que se mudara aquí, pero la recamara de Gustav es más pequeña que esta y no había modo de meter otra cama ahí. Y en la habitación de Georg no podía estar si queríamos evitar que estallara la tercera guerra mundial. La situación entre ellos se estaba poniendo cada vez más incómoda y yo estaba plantado en medio sin saber cómo intervenir.

Así que Bill termino en mi habitación.

— ¿Estás despierto? — su voz suena como la de un niño que va a la cama de sus padres después de tener una pesadilla. Me doy la vuelta para dejar de darle la espalda. En la oscuridad apenas distingo su delgada silueta debajo del edredón y sus pequeños ojos somnolientos buscan los míos, solo con la ayuda de la tenue luz que entra por la ventana.

—Lo estoy, sí.

— ¿No puedes dormir? — estoy tentado a decirle que obviamente no, pero decido que voy a ser amable porque ya estoy harto de ser el Tom cortante con él.

—No. ¿Tú?

—Yo sí. Pero me desperté. Supongo que es la conexión —ambos nos reímos ligeramente. Después nos sumimos en un silencio tan largo que por un momento pienso que Bill se ha vuelto a dormir. Pero habla de nuevo, como si me leyera la mente: —No me he dormido. Sólo estoy pensando en cómo decir lo que quiero decir.

—Ok. —No sé qué otra cosa decir, la verdad. Entre nosotros sigue siendo común esto de no saber; no sé si Bill vaya a enfadarse por aquello que dije, no sé si deba hacer esto, no sé cómo decirle aquello... Ambos tenemos miedo de que cualquiera de nuestras palabras o acciones sea malinterpretada por el otro.

—Tom, realmente estoy arrepentido y quiero que me perdones.

 

Otro silencio. Me imagino perfectamente la cara que debe tener Bill, con la mirada puesta en un punto fijo, la nariz un poco torcida y el labio inferior atrapado entre sus dientes esperando que yo diga o haga algo.

— ¿Qué tengo que perdonar, exactamente? —pregunto, después de algunos minutos que pasaron como horas.

En la cama de al lado escucho movimiento: sabanas deslizándose y el crujido del colchón al hundirse. La silueta de Bill ahora está sentada, con las piernas flexionadas bajo su cuerpo y las manos en las rodillas, como si estuviera haciendo yoga. Yo sigo acostado de lado.

—Por el tiempo perdido. Por ser un terco imbécil. Por haber intentado ser el sensato de los dos cuando solo estaba haciéndote daño. Bueno, por todos los errores que cometí desde aquella noche en que nos besamos por primera vez, — se detiene un instante, solo para soltar un pequeño suspiro y tomar más aire. —Si estamos en esta situación es por mi culpa. Y sé que dijiste que debía conquistarte y todo eso pero… ya no quiero perder más tiempo Tom. No sé si pueda seguir absteniéndome más, ¿sabes?

Si lo sé. Lo he sentido antes.

—No tienes idea hasta qué punto te entiendo.

A pesar de la penumbra, puedo ver como sonríe de lado y agacha un poco la cabeza, eso que hace siempre que está apenado. Nunca he sido bueno con las palabras como lo es él. En mi cerebro hay millones de ideas que quiero expresar, pero están tan desordenadas que no tengo idea de cómo decirlas. Así que solo se me ocurre decirle dos palabras.

—Ven aquí.

Lo siguiente que recuerdo es tenerlo acurrucado a mi lado. Su brazo derecho recorre de lado a lado mi cuerpo, con su codo en mis costillas y su mano aferrada a mi hombro. También una de sus piernas rodea las mías, mientras que yo tengo mi brazo rodeando su espalda y estamos en un ángulo perfecto para que yo pueda darle un beso en la frente. O quizá más de uno.

 

A la mañana siguiente Bill ya no está a mi lado en la cama. No lo culpo, suelo patear mientras duermo y seguramente lo mandé al piso. Pero no está ahí, ni tampoco en su cama, así que supongo que se habrá levantado ya.

Me estiro un poco sobre la cama y cuando por fin estoy dispuesto a abandonarla Bill aparece en la puerta. Se las apaña para empujarla con la cadera, entrar y volverla a cerrar con los codos mientras lleva una charola en las manos.

—Desayuno en la cama. —dice mientras se sienta a mi lado.

—Genial, ¿lo preparaste tú? — me apoyo en los antebrazos y me siento a su altura. En la charola hay un montón de comida con buen aspecto y dos tazas jumbo llenas de café.

—Por supuesto que no. Le he dicho a Gustav que lo preparara — me lo sospechaba. Bill puede tener habilidad para muchas cosas, pero la cocina no es una de ellas.

 

— ¿Y dónde están? ¿Georg y Gustav? —mi hermano se encoge de hombros.

—Les he dicho que se fueran y que se tardaran mucho en volver. O sea, que tenemos la casa para nosotros solos.

Si hay una insinuación en la última frase no la capto. Estoy comiendo ya lo que Bill trajo. Gustav cocina de maravilla, aunque en realidad no soy muy exigente en ese aspecto y mientras no me provoque una infección estomacal como lo que sea. No me sorprende en lo absoluto que ese par haya accedido a irse, están casi tan ansiosos como Bill y como yo de que las cosas tomen su curso de nuevo. Entonces recuerdo la situación con Georg.

—Oye Bill — lo digo con un trozo de pan tostado en la boca y Bill hace una mueca porque detesta cuando hablo con la boca llena, —quiero aprovechar para aclarar el asunto de Georg.

—Estamos desayunando— Bill quiere evadir el tema como si le hubiese propuesto hablar de un tema sumamente asqueroso.

—Por favor Bill, debemos aclarar muchas cosas y empezar esto de la mejor manera, ¿no crees? —no está convencido del todo, pero aun así asiente. —Entre Georg y yo no hay nada más que una amistad. Eso es todo.

Sé que quizá debería darle una explicación de quince minutos sobre la diferencia entre lo que siento por él y lo que siento por Georg, pero no es necesario. Tengo la esperanza de que Bill se dé cuenta por sí mismo de que se está encelando por nada.

—Lo sé. Yo… no tengo idea de porqué actúe así. Pero lo entiendo, de verdad no puedo esperar que las cosas entre tú y él cambien solo por… bueno, por mí. Es tu mejor amigo y estoy completamente bien con eso.

Y ahí está. Justo como lo había esperado.

—Me encanta oír eso.

Pasamos toda la mañana y una parte de la tarde sentados en la cama. Bill me habla de muchas cosas que pasaron en Los Angeles desde que me fui, incluida la escena con Matt. A mí me hierve la sangre sólo de imaginar a Bill siendo sometido por ese idiota y si antes le tenía rencor y odio, ahora definitivamente quiero matarlo. O mejor enterrarlo vivo o cortarle los huevos, aun no me decido.

—Ese hijo de puta. —Bill se da cuenta de la rudeza en mi voz y de que he cerrado mis puños. Pone una de sus manos sobre la mía y me acaricia los nudillos para tranquilizarme.

—Ya no importa. Salió de nuestras vidas, para siempre. Y bueno, ahora puedes decir “te lo dije”.

Yo niego con la cabeza. La verdad es que sigo con ese sentimiento de odio instalado en mi corazón, pero como Bill bien dice, ya no importa. Lo que más me molesta de todo esto a tal punto de tenerme completamente frustrado, es no haber estado ahí para defender a Bill y poner en su lugar al imbécil de Matt en ese mismo momento. De todas formas, no puedo evitar sentirme aliviado de que Bill haya podido defenderse y de que las cosas no hayan terminado de otra forma. No habría podido con la culpa si Matt se hubiera aprovechado de Bill.

 

—Aunque habrá que agradecerle un poco. Gracias a lo que paso esa noche, tomé la decisión de venir hasta aquí y luchar por ti, por lo nuestro.

—No voy a agradecerle que haya intentado violarte.

Como no queremos hablar más del tema, nos levantamos y vamos a la sala para ver alguna película. El coraje me dura otro poco, pero en cuanto Bill y yo estamos acurrucados en el sofá se me pasa.

Por fin decidimos que queremos ver una película romántica de esas que Bill disfruta tanto. Le prestamos atención los primeros quince minutos, pero después nos ponemos a conversar de nuevo. Somos como dos viejos amigos que no se han visto en años.

—Creo que está es la mejor forma que has podido encontrar para seducirme, Bill. — mi hermano levanta su cabeza, que estaba recargada en mi hombro, y voltea a verme con una pequeña sonrisa en sus labios.

— ¿Si?

—Si. Antes de intentar ser algo más, primero deberíamos volver a ser los gemelos inseparables de antes. Los que eran como una misma persona.

Bill asiente y me sonríe con esa hermosa sonrisa que podría hacer salir el sol.

 

Georg y Gustav se toman bastante en serio lo de tardarse en volver. Bill está quedándose dormido con la cabeza en mi regazo y su cuerpo ocupando el resto del sillón. Tiene que encoger las piernas porque es demasiado largo para caber si no lo hace. Su respiración se va desvaneciendo, pero de vez en cuando se despierta con un sobresalto como si estuviera teniendo un mal sueño.

No puedo contenerme, enredo mis dedos entre su corto cabello rubio y los deslizo desde la raíz hasta la punta, haciendo ligeros masajes con las yemas de mis dedos. Quizá no pueda cantarle una canción de cuna, pero esta es mi forma de ayudarlo a conciliar el sueño. 

Dejo la televisión encendida solo para no estar en completo silencio. En cuanto Bill se duerme, la imagen de Matt y lo que me ha contado de él se me viene inevitablemente a la cabeza. No dejo de preguntarme que hubiera hecho si la historia que me contó Bill hubiera tenido un final diferente. ¿Y si ese cerdo lo hubiese lastimado más de lo que lo hizo? ¿Sería yo capaz de estrangularlo, incinerarlo o mutilarlo? La respuesta es clara incluso antes de que termine de formularla. Y es un sí.

Porque no hay absolutamente nada en el mundo que yo no haría por Bill.

 

—Kaulitz, despierta hombre — siento la mano de Georg sacudirme el hombro, pero me niego rotundamente a abrir los ojos, —vete a tu cama.

El aliento alcohólico de Georg me llega en cuanto despierto. Bill sigue acostado a mi lado y yo me quedé dormido sentado.

Despierto a Bill lo más delicadamente que puedo y lo ayudo a levantarse. Él se va caminando, como un sonámbulo, hacia la habitación.

— ¿Qué tal van las cosas? ¿Ya hicieron las paces?

—Sí, todo va mejorando. Pronto las cosas estarán como siempre.

Entró en la habitación haciendo el menor ruido posible y cuando estoy a punto de lanzarme sobre mi colchón, me doy cuenta de que ya está ocupado. El cuerpo de Bill se extiende sobre las sabanas, cubierto de cualquier forma con el edredón.

— ¿Puedo dormir contigo esta noche?

 

Han pasado dos meses. Bill y yo hemos vuelto a ser los gemelos Kaulitz que van a todas partes juntos y que se llenan el móvil de mensajes si están separados. Georg y Gustav ya respiran tranquilos porque aquel problema que parecía no tener ninguna solución y que representaba una amenaza para la continuidad de la banda se había esfumado.  El lanzamiento del álbum estaba a la vuelta de la esquina. Todos nos encontrábamos bastante ansiosos y a la vez nerviosos, hacia tanto tiempo que no estábamos en acción que era imposible no estarlo.

—Creo que solo tú y Bill deberían estar en el vídeo de Run, run, run.

La mano de mi hermano apretaba la mía mientras nuestros dedos se entrelazaban, algo que se había vuelto bastante común entre nosotros. Gustav, sentado a mi lado, apenas estaba acostumbrándose a las nuevas manías que había entre Bill y yo. Habíamos prometido no apresurarnos y tomarlo todo con calma, así que nunca había algo más que yo tomando su mano, besándole la frente o simples roces de labios. Casi como cuando tienes dieciséis y tu primera novia.

— ¿Por qué? —Bill tomó una lata de refresco que estaba en la mesa frente a él. Me la extendió después de darle un trago.

—Es una canción… intima. Y solo hay voz y piano en ella. No esperen que Georg y yo salgamos detrás de ustedes en plan coristas.

Yo asentí. Gustav tenía un buen punto y muy seguramente tenía razón. Bill volteo a verme y en cuanto nos vimos a los ojos, como una especie de enchufe de cerebros, supimos lo que el otro pensaba.

—Incluso podrían besarse en el video. Con lengua y todo, yo lo autorizo.

—Ajá, ya quisiera ver cómo reaccionan las fans con eso. —dijo Bill.

—Seguro no tan mal como con el hecho de que Georg y yo no estemos en el vídeo.

Gustav siempre tiene razón.

 

Algunos días después Bill y yo viajamos de vuelta Los Angeles para filmar el nuevo videoclip. Me sentía muy extraño de regresar e incluso podía decir que sentía algo de miedo. No tenía muy buenos recuerdos de ese lugar y ese temor se debía principalmente a que no sabía cómo esto iba a afectar a Bill. La última vez que estuve ahí, había dejado a un Bill completamente diferente al que tenía a mi lado en el avión y no dejaba de pensar que volver a Los Angeles traería de vuelta a ese Bill egoísta y manipulador, por más absurdo que sonara.

Aterrizamos al medio día y fuimos directamente hacia nuestra casa. La imagen mental que tenía de ella era algo borrosa y al inicio me costó reconocer aquella pared blanca y esa puerta de madera por la que había salido hacía casi un año y que creí que jamás volvería a cruzar.

Todo estaba muy ordenado, aunque yo esperaba que los muebles estuvieran cubiertos de polvo por el desuso.

—Le pedí a Ria que cuidara de la casa mientras no estábamos. — Vaya, yo me había olvidado completamente de ella. —Hizo un buen trabajo, ¿no?

—Si.

De pronto me azotaron cada uno de los recuerdos que tenía de esa casa, que cabe mencionar no eran del todo buenos. Bill en el sillón con Matt aquella tarde cuando fui por Georg y Gustav al aeropuerto, sus múltiples rechazos, su constante presencia que me atormentaba poder ver pero no tocar y sobretodo sus ausencias, esas horas que pasaba sumergido en mi tristeza y creándome escenarios de situaciones que jamás pasarían.

Debí quedarme muy ensimismado, porque Bill se paró frente a mí con el ceño fruncido.

—Yo sé que esta casa no es tu lugar favorito en el mundo, pero prometo que pronto vamos a llenarla de recuerdos bonitos, ¿está bien?

Sí, lo está.
 
@georchlisting
Larissa C. B.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario