viernes, 13 de noviembre de 2015

Collar full: Cinco.

Ya casi llegó al último capítulo que publique y pronto, pronto el nuevo capítulo <3


Capítulo 5

Los Angeles, California. Dieciséis de diciembre.

Las luces neón lastiman un poco sus ojos. No lleva la cuenta de las copas que ha bebido y a decir verdad, últimamente no sabe ni en qué día vive. Las risas de sus acompañantes retumban en su cabeza y se pregunta cuándo fue la última vez que él se rio así o incluso la última vez que su rostro mostro alguna emoción diferente a la soledad. Ahí, en medio de un bar del cual no recuerda el nombre, Bill Kaulitz comienza a llorar.

— ¿Quieres irte ya? —Matt aparece después de haberlo abandonado por largo rato, aunque a Bill parece no importarle mucho. Últimamente prefiere estar solo. Asiente con la cabeza y se levanta del sofá que hasta ahora nota es de color rojo, toma sus cosas y sale de ahí sin siquiera despedirse del resto.

Cuando están en el auto, Matt lleva en el rostro una sonrisa que Bill había visto algunas veces antes, pero que realmente nunca ha sabido interpretar. Bill frunce el ceño y lo ignora, fingiendo que está ocupado colocándose el cinturón de seguridad.

Son alrededor de las tres de la mañana, así que las calles están casi desiertas y les toma poco más de quince minutos llegar a la casa de Bill. Y solo suya. Él está listo para abrir la puerta del copiloto y bajarse del auto en cuanto este se detenga frente a ella, pero Matt gira el volante y sube el coche hasta la puerta del garaje.

— ¿Qué haces? —Matt apaga el motor y mira a Bill, sin responder su pregunta. La sonrisa del bar vuelve a aparecer en sus labios y Bill sigue sin entender qué demonios significa.

—Invítame a pasar. — suena más como una orden que como una petición. Y Bill conoce a Matt lo suficiente como para saber que, aunque le diga que no, Matt va a entrar a su casa y se quedara ahí hasta que le dé la gana. Prefiere no negarse, así será más fácil sacarlo después.

Apenas han cruzado la puerta de la casa y Matt ya está subiendo las escaleras, solo le grita a Bill que va al baño y se pierde en la planta alta.

Todo sigue igual, realmente no se ha atrevido a cambiar nada porque quiere que todo siga como antes, no quiere que cuando Tom regrese encuentre una casa que no reconozca. Aunque hace mucho que perdió la esperanza de que Tom vuelva. Bill de verdad esperaba con cada célula de su cuerpo que todo esto fuera sólo una especie de capricho, un berrinche y nada más, que tendría a Tom en casa otra vez en un par de días. Pero obviamente no fue así. Ya han pasado poco más de tres meses desde que su hermano gemelo volvió a Alemania y hasta ahora ni siquiera le contesta las llamadas.

El menor de los Kaulitz se detiene frente a una pequeña mesa en la sala, donde yacen muchas fotos de él con su hermano. Están ordenadas cronológicamente: la primera los muestra a ambos recién nacidos sobre la cama de su madre; se ven idénticos, incluso llevan la misma ropa y es imposible saber quién es quién. La última foto es de principios de ese año, están en casa de Georg (que había tomado la foto) y Tom tiene una sonrisa enorme mientras levantaba su dedo pulgar y con el otro brazo envuelve los hombros de Bill, que también sonríe mucho y atrás se puede ver a Gustav haciendo la señal de amor y paz con su mano derecha. Esa fue la última “noche de juegos” que tuvieron los cuatro juntos. Bill sintió la nostalgia golpeándolo como un millón de ladrillos. Cada una de esas fotos le hacían recordar cuan feliz era con Tom, cuan indispensable era para él: era su apoyo, su guía, su motivación, es su todo. Y se lamenta profundamente por haberlo olvidado, por permitirse desplazar de su vida a la única persona que lo amaba más allá de cualquier frontera, más incluso que a sí mismo…

—Eh… Bill, ¿puedes venir un momento? — Matt lo llama desde el final de las escaleras, sacando a Bill de su ensoñación, —hay… hay un algo en tu baño.

— ¿Un algo? — Bill sube las escaleras arrastrando los pies. Está cansado, a pesar de que no se paró de aquel sillón del bar en toda la noche y el alcohol está teniendo un efecto somnífero en él.

Matt no le da tiempo a Bill de preguntar qué era ese algo que había en su baño. Con un brazo envuelve su cintura y lo levanta un poco del piso, solo para arrastrarlo hasta la habitación más cercana.

El cuerpo de Bill está tendido sobre el colchón. El cuarto está oscuro y la poca iluminación de la ventana no sirve de mucho. Matt está sobre su cuerpo, lo siente restregarse un poco contra él y sus labios parecen hechos de pegamento, adheridos a su cuello como una sanguijuela. La situación está lejos de ser placentera para Bill, pero piensa que puede fingir un poco más y dejar que Matt lo utilice un rato. Pero eso sí, nada de sexo. Hasta ahora Bill y Matt no han llegado a algo más que besos y algunos roces bajo la ropa y Bill está seguro de que quiere que sigan así.

—Muévete un poco— el aliento alcohólico de Matt llega a sus fosas nasales y Bill sabe que, de haber estado excitado, eso le habría caído como un balde de agua fría. Eso lo motiva aún más para ignorar la petición de Matt y quedarse ahí tendido, ansiando que termine.

Bill está tan ensimismado, que no siente cuando el rubio desabrocha sus pantalones y los baja un poco, junto con su ropa interior. De pronto, Bill siente un apretón en su flácido miembro y sus ojos se abren de sobremanera ‘¿en qué momento…?’.

— ¡¿Qué crees que estás haciendo?! — Bill retrocede en la cama, impulsándose con sus manos y sus tobillos. Matt está sin camisa y sin pantalones ‘¿en qué momento…?’, su cabello está demasiado alborotado y su cara más roja de lo normal.

— ¿Pues qué te imaginas? Vamos a tener sexo, Bill— y el chico se abalanza sobre él, tomándolo por las caderas y sometiéndolo bajo él. Ahora sabe que significa esa estúpida sonrisa.

 

Berlín, Alemania. Dieciséis de diciembre.

—Es por esto que la cocina es tu territorio, Gustav. —Georg toma el sartén humeante por el mango y lo lleva de la estufa al lavabo, cargando con él el cadáver de tres huevos.

—Yo no sé por qué diablos decidiste invadirlo, entonces— dice Gustav en falso tono enojado y agarra más huevos de la canasta.

—Tom tenía hambre—Me encojo de hombros y tomo asiento sobre la barra que separa la cocina de la sala.

—Tenemos que ir a comprar algunas sillas altas, por favor.

Gustav obliga a Georg a mantenerse fuera de su zona y mi mejor amigo decide que, si quiere evitar que el departamento se incendie en los siguientes diez minutos, es mejor alejarse. Ambos miramos a Gustav moverse con confianza por la cocina, agarrando alguna cosa por aquí y otra por allá. Me entran ganas de decirle que es aún mejor en la cocina que sentado detrás de una batería.

—También debemos comprar un árbol de navidad —Georg señala el rincón vació en la sala, que se supone habíamos reservado para el árbol de navidad. Obviamente no nos hemos molestado en ir a comprarlo.

—Ya es muy tarde, hace días que debimos ir por él—Gustav no se distrae de sus ocupaciones en la cocina mientras habla.

—Patrañas. Aún no pasa navidad, ¿o sí? Además, estuviste engordando todo el año para encajar perfectamente en ese traje de Santa Claus, no voy a permitir que tu esfuerzo haya sido en vano. —

A pesar de la mirada fulminante de Gustav, nuestras carcajadas lo hacen ceder y a los dos segundos está riendo mientras niega con la cabeza. Sé que piensa que no tenemos puto remedio, pero aun así nos adora.

 

 

A Bill le cuesta reaccionar a lo que acaba de suceder y pasa algunos segundos pasmado. ¿Qué había dicho Matt? ¿Qué iban a qué? Oh no, claro que no. Bill, a pesar de cualquier cosa que se pueda pensar, sigue siendo casto y no va a dejar de ser así justo ahora, menos con él. Se retuerce un poco, pero el agarre de Matt es mucho más fuerte de lo que ha sido alguna vez. No es la primera vez que Matt quiere llegar más allá, pero si es la primera vez que se pone tan bruto. Y es que no lo sugirió, simplemente dijo vamos y se lanzó a por él. Si cree que se va a llevar la primera vez de Bill así como así, está completamente equivocado.

—Quítate de encima, suéltame— Bill no es para nada un hombre débil, así que logra empujar a Matt unos centímetros. Pero Matt está borracho, y además caliente, así que golpea la mejilla de Bill tan fuerte que se puede escuchar. No duele al instante, y Bill está tan sorprendido que por un momento piensa que esto es parte de una pesadilla. Pero es real. Tan real como el escozor en su mejilla y el miedo que de pronto siente en la boca de su estómago.

Pero todo eso no se compara con lo que siente cuando sus ojos alcanzan a ver, colgada en la pared detrás del cuerpo de Matt, una foto de su banda en la época dónde Tom aún tenía rastas rubias. En la habitación de Bill no hay fotos en las paredes. Esa no es su habitación… es la de Tom. Está acostado sobre la cama de Tom y está a punto de ser forzado a tener relaciones sexuales en la cama de Tom. No, eso no puede pasar. Bill no lo va a permitir.

La rodilla de Bill se levanta en un ángulo un poco incómodo, y logra impactarse contra los testículos de Matt. Bill no puede evitar sonreír y pensar ‘oh si, justo ahí’ mientras escucha a Matt soltar un grito agudo y llevarse las manos a su parte dañada. Bill se lo quita de encima y se levanta de la cama tan rápido como puede, a Matt no le dio tiempo de quitarle alguna de sus prendas, así que simplemente se acomoda la ropa.

—Levántate, cabrón— Bill cierra su puño en un mechón de cabello de Matt y lo levanta de la cama con toda su fuerza. La cara del otro chico es épica, tiene los ojos tan apretados y la nariz encogida en una mueca de dolor. —Camina— Bill intenta que Matt camine por delante de él, pero el chico encorva su cuerpo, resistiéndose, y de su boca sale un quejido.

—No puedo Bill, me duele— dice Matt buscando un poco de compasión, que no obtiene.

—Me importa una mierda, camina— Bill patea su trasero, haciéndolo pararse derecho de nuevo y repite el golpe a cada paso, avanzando con el chico y sin soltar ni un segundo su cabellera.

Están casi en la puerta de la casa cuando Matt logra zafarse del agarre de Bill, pero no intenta someterlo esta vez. Ambos están parados frente a frente, Matt está solamente en ropa interior y eso a Bill le parece algo patético.

—Déjame volver por mi ropa. Pareciera que la borrachera se ha esfumado del cuerpo de Matt.

—No. — Bill se cruza de brazos.

—Bill…— Matt se pasa la mano por el cabello. —Perdóname, ¿sí? No sé qué me ha pasado. Yo… Yo jamás te haría daño. Y no quiero que terminemos mal.

—Estabas a punto de violarme. En mi propia casa. ¡En la habitación de Tom! —Bill no está seguro de sí es apropiado gritarle a Matt. Quizá pueda ponerse violento de nuevo.

—Te repito que sería incapaz de hacerte daño, mucho menos algo así. —Matt empieza a caminar hacia Bill, pero él retrocede los pasos que el otro chico avanza.

—Lárgate. Hemos terminado, olvídate de mí. Lárgate.

— ¡Por Dios, Bill! No seas infantil, ¿quieres? La gente adulta tiene sexo todo el tiempo, y hasta donde sé, tú ya eres mayorsito como para tenerlo. Y si el problema es que estuviéramos a punto de hacerlo en la habitación de tu hermanito, podemos hacerlo en cualquier otra. Incluso en la cocina, si quieres.

— ¡El problema es que yo no quería! Ni quiero, ni querré jamás tener sexo contigo. ¡Lárgate! —Bill se apresuró hacia el chico, empujándolo un poco.

—Oh vamos Bill, puedes fingir que soy él. —hubo un momento, unos segundos apenas, en los que los ojos de ambos se encontraron. Y esos segundos bastaron para que la ira de Bill aumentara exponencialmente. No sabía si esto era obra del alcohol o era simplemente que a Matt le faltaba la mitad del cerebro. No podía estar diciendo semejantes… cosas, —no te sorprendas. No soy ningún estúpido y sé perfectamente que Tom se fue porque, como yo y otro cuantos, quería follarte bien y bonito y tú no te dejaste.

¿Qué no era ningún estúpido? Era el más grande imbécil que Bill hubiera conocido jamás. ¿De verdad había preferido pasar tiempo con aquel y había mandado de regreso a Alemania a Tom? Bueno, eso lo convertía a él en un gran imbécil también. Pero Matt estaba equivocado. No podía comparar todo el amor que Tom sentía por él con la calentura de Matt por llevárselo a la cama. No podía siquiera compararse con Tom, no le llegaba ni a los dedos del pie.

—Deja de hablar de Tom. Eres una maldita basura, y no quiero que tu asquerosa boca vuelva a decir el nombre de mi hermano, ¡nunca! —Bill tomó a Matt por el antebrazo y lo jaló hacia la puerta.

  —Me alegro tanto de que te haya abandonado, eres insoportable. —fueron las últimas palabras de Matt antes de ver cerrarse la puerta en sus narices.

Bill fue escaleras arriba y, en un acto de bondad, lanzo por una de las ventanas la ropa de Matt y las llaves de su auto, que cayeron justo en su cara.

Las mantas y las sábanas de Tom conservaban aún un poquito de su olor. Después de la pelea, Bill se duchó y se puso una playera que Tom había olvidado antes de irse a Alemania. Luego, con mucho cuidado, se metió en su cama. Lo hacía siempre que extrañaba tanto a Tom que dolía, como si su olor lo trajera de vuelta a su lado. Pero ese día era peor. No fue hasta ese momento que el peso de todas esas veces que se había negado a Tom exploto en su corazón y le lleno los ojos de lágrimas. ¿En qué estaba pensando? Lo amaba tan intensamente y era correspondido. ¿Cuánta gente no pasa toda su vida buscando eso? Y él había tenido la suerte de nacer con esa persona, de tenerlo a su lado desde su primer segundo de vida, ya no tenía que buscar más. Cuán arrepentido estaba…

 

 

Gustav estaba fuera. Era el turno de Georg para tomar el control del play e intentar vencerme, lo cual iba a ser imposible puesto que llevaba invicto 8 juegos.

—Oh por favor, esto será tan fácil. —troné los huesos de mis dedos y tome el control entre mis manos, sintiendo la victoria anticipada fluir por mis venas.

—Quisieras, Kaulitz. Prepárate porque Georg Listing está apunto de patearte el trasero.

El móvil de Gustav sonó a mitad de la carrera, Georg y yo lo hicimos callar a la primera tonada y él solo rodo los ojos. A pesar de nuestras suplicas por silencio, Gustav tardó tres timbres en contestar, miraba un poco extrañado la pantalla del aparato.

— ¿Quién es? — le pregunté, alternando mi vista entre la pantalla y mi amigo.

— ¿Bill? — la sola mención de su nombre hizo que un escalofrío recorriera cada parte de mi cuerpo. Georg me pasó en una curva y celebró, completamente ajeno a lo que estaba pasando del otro lado del sillón donde Gustav estaba sentado.

Gustav, ¿está Tom ahí?

—Sí, está aquí… —Gustav me mira y yo niego con la cabeza.

Pásamelo, por favor Gustav, solo necesito escuchar su voz. — Mi amigo se levanta y se acerca a mí. Yo no me muevo, sigo presionando los botones del control en mis manos. El celular de Gustav está a cinco centímetros de mi cara.

—Quiere hablar contigo.

—Pues yo no. Dile que cuando quiera hablar con él, seré yo quien lo busque.

Georg cruza la meta antes que yo.

—Bill…

Está bien, Gustav… con eso me basta.

Del otro lado de la línea, puedo escuchar los sollozos de Bill.

@georchlisting
Larissa C.B.

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