viernes, 20 de noviembre de 2015

Collar full: Seis.

Me tomo mucho tiempo releer este capítulo y convencerme de que estaba como lo quería. Una de las principales razones por las que Collar full se quedo en hiatus fue porque los últimos capítulos que escribí estaban perdiendo la esencia de lo que quería transmitir, así que aproveche que la inspiración volvió para corregirlos.

En particular el capítulo 6 no sufrió un gran cambio, pero si algunos detalles como el tiempo que los Kaulitz pasaron separados o una parte de su reencuentro.

Capítulo 6


—Tienes que hacerlo, Tom. Si te importa aunque sea un poco el futuro de esta banda—. Nunca había visto a Gustav así. Los tres estábamos sentados en una especie de círculo en la sala de nuestro departamento, mirándonos los unos a los otros como intentado leer lo que había en nuestras mentes. Sin embargo, esa habilidad solo me había llegado a funcionar con Bill y últimamente estaba bastante oxidada.

Mi hermano, el origen de todos mis problemas, de esta discusión. Gustav estaba entre molesto y desesperado, rozaba sus manos con el sillón una y otra vez y yo creía que de un momento a otro podría incendiarse.

—Aún no estoy listo — repetí por quinta vez esa tarde. Gustav negó con la cabeza y se pasó ambas manos por el cabello. Sé que pensaba que yo era un idiota, un terco y un egoísta, pero simplemente me negaba a ver de nuevo Bill. Era demasiado pronto.

— ¿Qué dices? Pero si ya han pasado ocho meses desde que regresaste a Alemania, — dijo Gustav —no has contestado una sola de sus llamadas y ni siquiera has preguntado por él. No pueden estar enojados por siempre y Bill se ve más que dispuesto a arreglar esta situación.

Si yo tenía a Georg de mi parte en esto, Bill evidentemente tenía a Gustav. Era un estira y afloja constante entre ambos bandos, ellos esperando a que yo cediera tarde o temprano y nosotros negándonos a hacerlo todas las veces. Yo estaba consciente de que Gustav mantenía a Bill al tanto de todo lo que pasaba con mi vida y a veces quería que yo también me enterara de que tal lo estaba pasando él, pero yo no lo escuchaba nunca.

En navidad, en un momento de traición por parte de Georg, él y Gustav me tendieron una trampa para que me encontrara con Bill en la casa de mi madre. Afortunadamente, un pequeño tropiezo en su plan me hizo darme cuenta de lo que estaban tramando y evitar que el reencuentro pasara: escuche a Georg decirle a Gustav que me llevaría con engaños al lugar. Cabe mencionar que fui más astuto y la mañana del 24 de diciembre me desaparecí por completo; me fui sin que ninguno de los dos lo notara, no contesté mi teléfono y me aparecí un par de días después, asegurándome que Bill ya hubiera regresado a Los Ángeles. Quizá fue un acto de cobardía, quizá fue lo mejor para los dos. No lo sé.

—La ausencia de la banda estos años ha mermado nuestra popularidad— la voz de Georg era insegura, Gustav y yo lo estábamos poniendo entre la espada y la pared haciendo que decidiera de qué lado debía estar.

—Hay muchas bandas nuevas que nos han desplazado y se han llevado nuestras fans— secundó Gustav. Yo no entendía desde cuando les importaba la popularidad de la banda, pues ellos siempre nos lanzaban a Bill y a mí a los reflectores y preferían ser los que recibían menos atención.

—Hay fans que nunca se irán— dije con simpleza, encogiéndome de hombros.

—No podemos permitirnos más tiempo de receso, la producción también lo ha dicho— los ojos de Georg estaban llenos de comprensión. Una de sus manos apretó con cuidado mi hombro.

—No piensen que no lo extraño… porque lo hago. Lo extraño tanto que duele y es precisamente por eso que no estoy listo para verlo de nuevo. Tengo miedo de retroceder, de tirar todo lo que me he esforzado por lograr a la basura. Quiero estar seguro de que cuando lo vea de nuevo, no voy a ceder. —Mi espalda se encuentra casi fundida en el sofá, mi mirada clavada en el piso y gotitas de sudor resbalan por mi nuca. No soy tan fuerte como imagine, supongo. Todos estos meses lejos de Bill han sido los más difíciles de mi vida, más de una vez he querido rendirme y llamarle o de una vez tomar un avión de regreso a Los Angeles pero, ¿para qué? ¿Para volver a torturarme estando cerca de él pero a la vez tan lejos? No, no estoy dispuesto a estar con Bill solo como hermanos, fin de la historia.

—Tomate un tiempo para pensarlo, ¿ok? — Gustav se levantó del sillón y abandono la sala, dejándome solo con Georg.

—Las fans nos están presionando día y noche, y los productores preguntan qué está pasando todo el tiempo. Debemos tomar una decisión, es evidente que tanto Gustav como yo queremos que Tokio hotel siga pero es imposible sin ti o sin Bill. Sólo piénsalo, Tom. Sabes que yo apoyare la decisión que tomes pero también espero que sea la mejor opción.

Más tarde ese día estoy tumbado en mi cama, mirando al techo como si tuviera algo interesante. Puedo afirmar que el cerebro llega a doler si te pones a pensar demasiado porque es justo lo que me está pasando ahora.

Por un lado, las razones por las que vale la pena hacer de tripas corazón y aceptar reencontrarme con Bill; hacer feliz a Georg y Gustav, hacer feliz a las fans y la continuidad de Tokio hotel, probablemente la mejor cosa que he hecho en mi vida y la única que logra apasionarme.

Y por el otro, las razones por las que no debería reencontrarme con Bill; porque lo amo y es algo enfermo que él está dispuesto a corresponder. Y no hay más.

Aunque Gustav menciono algo que me ha frenado un poco y me ha hecho dudar sobre mi rotundo no: Bill se ve más que dispuesto a arreglar la situación. ¿A qué se refería exactamente? Porque Bill sabe mejor que nadie que solución para este problema sólo hay una y es inimaginable para mí que sea eso lo que Bill está dispuesto a hacer. Pero, ¿y si Bill lo está? ¿Debería descartar que Bill quiera corresponderme sólo por mis ganas? Está de sobra decir que estoy más confundido que nunca.

 

Gustav y Georg cumplen su palabra. El tema del reencuentro con Bill no vuelve a ser tocado en dos semanas, pero eso no quiere decir que no haya estado rondando mi cabeza las veinticuatro horas del día. 

Después de tantos meses sin Bill, ya estoy acostumbrado a su ausencia casi tanto como lo estaba a su presencia. Pero no mentí cuando dije que lo extrañaba. No podía ser de otra forma, porque una cosa era alejarme de él y otra muy distinta olvidar, arrancarme estos sentimientos. Mi amor por él sigue intacto y el hecho de que lo ignore la mayor parte del tiempo no quiere decir que haya disminuido. Sin embargo ahora que no he tenido a Bill mí alrededor, lo que más me da miedo de reencontrarme con él es que haya olvidado como controlar mis emociones como lo hacía antes.

Realmente no puedo con la indecisión. Aunque quisiera tener claros mis pensamientos no puedo; un instante estoy seguro de que es imposible que vuelva a ver a Bill tan pronto y al otro me encuentro pensando en que pasaría si nos volviéramos a ver, en si las cosas cambiarían. Y las palabras de Gustav no ayudaron mucho. La curiosidad por saber a qué se refería exactamente cuando dijo que Bill quería arreglar la situación me está carcomiendo.

 

Georg se detiene, flexiona las rodillas y apoya su mano en una de ellas mientras con la otra me hace señas para que me detenga también. Es el típico corredor de gimnasio que corre medio maratón en una caminadora pero no más de tres kilómetros al aire libre, así que no puede seguirme el paso después de cierto rato.

 Por lo menos hoy aguantaste un kilómetro más se queda otro rato intentando normalizar su respiración y luego levanta la cara, que está roja por el esfuerzo y el frío.

Le digo que deberíamos continuar caminando y me resulta la excusa perfecta para tener la plática con Georg. Creo que lo mejor que puedo hacer es hablarlo primero con él antes de tomar una decisión definitiva y decirle algo a Gustav. Y más importante aún, decirle algo a Bill.

—Georg, ya lo he pensado. —mi amigo sigue tomando aire con un poco de dificultad y al inicio parece no entender a qué me refiero.

—¿Te refieres a Bill? — yo asiento. Escuchar su nombre me sigue provocando ligeros calos fríos.

—Si. Yo… necesito tu opinión.

—Kaulitz, no te ofendas pero no creo que mi opinión deba influir en ti. Es una decisión que sólo tú debes tomar. —miro hacia abajo y pateó un poco la arcilla bajo mis pies. Georg nota que estoy algo decepcionado así que se apresura a añadir; —es decir, puedo escucharte, pero no voy a decir si creo que esté bien o mal. No existe una forma de que yo sepa lo que estás sintiendo en verdad y no quiero decir algo que te confunda o que te haga hacer algo de lo que no estés seguro solo porque pienses que es lo “correcto”.

Aunque quisiera decir algo más, lo único que atinó a hacer es asentir. Lo que dice Georg tiene mucho de sentido: es una decisión que me corresponde solo a mí. Puede que él y Gustav piensen que lo mejor para la banda sea que Bill y yo nos arreglemos, pero también puede que sea demasiado pronto y que al final las cosas no terminen de la mejor manera.

 —En verdad lo extraño. Y no voy a negar que una enorme parte de mí se muere de ganas por verlo de nuevo. Pero… tú mejor que nadie sabe  todo lo que pasamos él y yo. Me costó tanto llegar hasta donde estoy, y realmente no creo poder reencontrarme con él y comportarme como si no hubiese ocurrido nada, como si no siguiera amándolo más allá de una hermandad.

Georg se queda en silencio un rato antes de decir: —Yo fui el primero en apoyar tu decisión de dejar Los Angeles. Pero eso fue porque creí que te ayudaría a olvidar a Bill. Ahora, después de todo este tiempo, me doy cuenta de que es pedir demasiado, Kaulitz. Creo que haría falta una eternidad para que te sacaras lo que sientes por él, si es que alguna vez lo lograras. Y es increíble, Tom, porque entonces es el tipo de amor más sincero que he visto en mi puta vida.

No es que el hecho de saber que nunca voy a poder querer a Bill como solo un hermano me haga sentir mejor de alguna forma. Ahora hasta Georg sabe que solo hay una solución al problema y si esa única salida está lejos de ser real, ¿qué me queda? ¿Vivir enamorado de alguien que no me corresponderá jamás lo que me resta de vida?

—Pero, —Georg comienza a hablar de nuevo cuando se da cuenta de que yo no pienso decir nada —todos podemos cambiar de opinión. Incluso Bill.

 

El nombre de Bill brilla en la pantalla del móvil, junto con el número telefónico en la parte de abajo. Me lo sé de memoria. Mis pulgares bailan alrededor de él, sin decidirse a presionar el contacto y llamar de una maldita vez. Utilizó el teléfono de Gustav porque no quiero darle tiempo a Bill de que se arrepienta de contestarme si ve que el que llama soy yo, aunque algo dentro de mí me dice que pasaría todo lo contrario. 

Estoy solo en la habitación, el corazón me late tan rápido que incluso puedo sentir los latidos retumbar en mis oídos. No recuerdo la última vez que estuve tan nervioso. Me decido a marcar de una buena vez, a final de cuentas, tendré que hacerlo en algún momento.

Espero tres timbres. Nada. Espero hasta que entra al buzón de voz y cuelgo antes de que deba dejar un mensaje. Luego, con un poco menos de nervios y más seguridad, marco de nuevo. Esta vez Bill contesta el teléfono.

—Lo siento Gustav, estaba tomando una ducha. ¿Qué tal? —escuchar su voz tan cerca, aun cuando es a través de un auricular, me descoloca por completo. El estremecimiento empieza en mi tímpano y se esparce hasta la punta de mis pies. No puedo creerlo, si esto me pasa con solo oír su voz, ¿qué pasará cuando lo tenga en frente de nuevo?

—¿Gustav?

—Es Tom. Bill, soy Tom. —Por el momento no se me ocurre una mejor cosa que decir. Y por más que quisiera saber cómo debería continuar mi primera conversación con Bill después de casi nueve meses, no tengo la más mínima idea de qué más decirle. Así que espero una respuesta.

—¿Tom? —Bill exhala tan fuerte, como si hubiera contenido la respiración por un largo tiempo, —lo siento. Siento tanto todo lo que hice y todas las cosas… las malas decisiones que tome. Lamento… Tomi, lamento tanto que no estés aquí conmigo.

—Necesito verte. —Justo cuando acabo de decirlo me doy cuenta de lo necesitado que se escuchó, así que me apresuro a intentar arreglarlo; —la banda necesita que solucionemos esto.

—Ya veo.

—No es justo para Georg y Gustav que la banda se vaya al carajo solo porque yo… bueno, creo que deberíamos arreglar esto en persona.

—¿Quieres que viaje a Alemania?

—Si.

—¿De verdad quieres verme?

—Si, de verdad quiero verte —le respondo con la verdad.

Y él solo contesta antes de colgar: —No puedo esperar. Tengo tanto que decirte.

 

Una semana después, Georg y yo estamos cómodamente sentados fuera de la oficina de los productores en Universal. Las cosas no habían sido del todo geniales desde que David Jost había dejado su cargo y nosotros habíamos cambiado de productor como un recién nacido cambia de pañal. El retraso en la salida del álbum también se debía en parte a eso, pero teníamos canciones de sobra.

Mi rodilla iba de arriba a abajo, empujada por mi enérgico y nervioso pie. Esa era la clara evidencia de que estaba más que nervioso. Gustav nos dijo que Bill ya había llegado a Alemania hacía un par de horas y desde entonces no podía controlar los frenéticos latidos de mi corazón, que amenazaban con sacarlo de mi pecho en cualquier momento.

—Vaya, si abro la boca en este momento podría masticar tu nerviosismo. Relájate Kaulitz, es sólo tu maldito hermano.

—Mi maldito hermano que no he visto en casi un año. Y del cual sigo… ehm, tú sabes.

Mi garganta está cerrada, todos mis sistemas están fallando e incluso puedo sentir que me falta el aire. Me pregunto si Bill está igual o si soy yo el que está exagerando. Y de pronto, como si lo hubiera invocado, por el inicio del pasillo viene Gustav caminando apresuradamente y detrás de él viene Bill, con su nuevo corte de cabello y cada centímetro de su cuerpo impecable como siempre. Ha pasado tanto tiempo que hasta siento que está más alto, un pie se mueve tras otro con la seguridad que siempre lo ha caracterizado, haciendo que todos en el lugar se den cuenta de su presencia y volteen a verlo. Todos, incluso Georg y yo.

No sé qué decir y Georg menos. Nos levantamos del asiento y quedamos frente a frente con los otros dos. Yo en frente de Bill, mirándolo a los ojos por primera vez en nueve meses y siento como si volviera a nacer. Los dos sabemos leernos completamente, somos un libro abierto para el otro y podemos saber que pensamos en el instante en que nos miramos y es un alivio darme cuenta que esa conexión ha vuelto casi por completo.

Estamos tan absortos el uno en el otro que ni notamos cuando Georg y Gustav abandonan la pequeña sala para dejarnos solos. De cerca puedo ver las profundas ojeras que surcan la parte inferior de los ojos de Bill y también como sus labios están resecos a pesar del bálsamo labial. No puedo evitar la oleada de preocupación que me invade y empiezo a preguntarme si ha estado comiendo bien, si ha dormido, si el idiota con el que salía cuando me fui de Los Angeles lo ha inducido a las drogas o si todo esto lo he provocado yo.

Si alguien pasara por nuestro lado en este momento pensaría que nos hemos quedado petrificados o que no somos más que un par de figuras de cera. No sé cuánto tiempo hemos permanecido así y me está costando bastante reprimir mis ganas de rodearle el cuerpo con mis brazos y no soltarlo nunca más. Pero no es necesario que haga nada, porque de un segundo a otro Bill se lanza a mi cuerpo, enredando sus delgados brazos en mi cuello y apoyando su cabeza cerca de mi oreja y quizá lo hace a propósito, para que pueda escuchar los pequeños sollozos que escapan de sus labios haciéndome cosquillas.

Al final, muy a pesar de que mi cerebro grite que no ceda, correspondo su abrazo.



Larissa C.B.

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