jueves, 5 de noviembre de 2015

Collar full: Cuatro.

Mi capítulo favorito hasta ahora.


Capítulo 4.

 
I’ve got a collar full of chemistry from your company, so maybe tonight I’ll be the libertine.

Este era el primer día no tormentoso que tenía desde hace mucho tiempo. Bill, como era costumbre desde el incidente con Matt hace una semana, no se encontraba en casa desde las primeras horas de la mañana. Poco a poco me acostumbraba a su ausencia y comencé a hacerme a la idea de que muy pronto ya no le vería a diario como en los últimos veintitrés años de vida.

No iba a ser un cambio sencillo, pero sí sumamente necesario. La última semana no he parado de imaginar cómo será mi vida sin Bill, al principio enumerando todo lo negativo que esto conlleva y después pensando en toda la carga de dolor que voy a quitarme de encima.

Ya he hablado con Ria y con mi madre. Ambas estaban bastantes sorprendidas con la noticia aunque no exactamente de la misma forma. Por un lado está Ria, que ha armado un drama no por el hecho de que me vaya, sino porque no la invité a venir conmigo. Me dijo que nuestra relación estaba estancada y que ella no veía hacia dónde íbamos. Yo le respondí que hacia ningún lado que yo quisiera y terminamos algo que en realidad para mí nunca empezó. Y Simone, ella estaba muy contenta con que volviera y, extrañamente, no me pregunto porque Bill no venía conmigo.

Sin Bill alrededor ha sido muy fácil comenzar a hacer maletas y organizar mi partida. A este paso podré marcharme en cuanto Georg consiga un departamento decente para nosotros sin que Bill lo note. Mucho menos ahora que nuestro cumpleaños se acerca y él está demasiado ocupado organizando una fiesta a la que probablemente no seré invitado.

 

— ¿Ya lo tienes todo listo? —De nuevo me encuentro frente al monitor de mi portátil, observando la sonrisa enorme que Georg lleva en el rostro. —Porque yo sí.

Mi amigo levanta la mano derecha y entre sus dedos agita un par de llaves. — ¿Por fin encontraste uno bueno? —. No puedo evitar sentirme tan emocionado como él, además de que el tipo tiene buenos gustos y seguro el nuevo departamento es asombroso.

—Es tan bueno que Gustav ha decidido venir a vivir con nosotros también—. El entusiasmo de Georg es demasiado contagioso y de pronto tengo ansiedad por tomar ese avión y partir a Alemania ahora mismo.

— ¡Eso es genial! Pero… ¿Gustav no estaba viviendo con aquella chica?

—Tú lo has dicho, estaba. Parece que las cosas no funcionaron—. Georg se encoge de hombros. Jamás conocí a la novia de Gustav, pero Georg me dijo una vez que no era muy guapa y que era demasiado celosa. Creo que él se alegra de que Gustav esté soltero de nuevo pero no quiere admitirlo.

—Perfecto. Entonces confirmare la reservación de ese asiento de avión que sale en cuatro días. Llegaré a Alemania por la mañana, así que asegúrate de no olvidarme en el aeropuerto —. Su sonrisa sigue intacta desde que empezamos a conversar, pero de pronto se desvanece y su ceño se frunce como si se hubiera dado cuenta de algo que yo no quiero mencionar y que espero que él tampoco. Pero lo hace.

—Kaulitz, tu cumpleaños es dentro de tres días— lo afirma, como si creyese que yo lo he olvidado. No lo he hecho. Sé que dentro de tres días tendré veinticuatro años y que además comparto esa fecha con otra persona. Alguien a quien en este momento no quiero tener en mi mente ni por un segundo.

—Lo sé, Georg. Pero es el único vuelo en primera clase que puedo conseguir, ¿ok?

— ¿Seguro? ¿No será que quieres pasar tu cumpleaños con Bill antes de irte?

—Por supuesto que no. Últimamente no paso ni un minuto con él. Y considerando que él no tiene ninguna intención de pasarlo conmigo…

Georg es mi mejor amigo, la segunda persona en el mundo que puede adivinar lo que pienso con solo mirarme. Quizá ahora tenga el puesto número uno desde que mi relación con Bill se ha ido a la mierda. Cambiamos el tema bruscamente, y comenzamos a hablar de lo buena que será nuestra vida en Alemania y de lo mucho que se parecerá a los viejos tiempos.

 

Es primero de septiembre y estoy solo en casa. Bill dejó una nota en mi mesa de noche con una dirección y un brazalete dorado que dice “VIP” en letras negras, supongo que del lugar donde su fiesta se va a celebrar y a la cual definitivamente no pienso asistir. Si hace unos años me hubieran dicho que celebraríamos un cumpleaños separados no me lo hubiera creído.

Ha decir verdad, yo no voy a celebrar absolutamente nada. Me dedicaré completamente a asegurarme de que todo esté listo para partir mañana.

Estoy dando vueltas por mi dormitorio, asegurándome de que todo lo importante está dentro de una de mis maletas. Me detengo un segundo, para observar esta caja de cemento que ha sido mi refugio en el último par de años. Viéndola vacía, con solo muebles que yo no escogí, con paredes sin recuerdos y estoy más seguro que nunca de que yo jamás pertenecí a este lugar.  Y me alegro aún más de saber que pronto podré encontrar un lugar donde yo de verdad pertenezco y no es uno donde se encuentra Bill.

Al final Georg siempre tiene razón. A pesar de haberlo compartido todo, hasta el vientre de mi madre, Bill y yo no somos uno.

 

Georg y Gustav llaman cuando es casi la media noche para felicitarme. Técnicamente mi cumpleaños ha acabado en este lado del mundo,  pero les agradezco por ser los únicos además de mi madre que me han deseado un feliz cumpleaños.

Cuando la llamada termina, me meto en la cama para dormir. Pero en el instante en que mis ojos se cierran, Bill aparece en mis pensamientos casi automáticamente y recuerdo que por primera vez hemos estado separados en nuestro cumpleaños. Una lluvia de preguntas me ataca y es como si de verdad mojara porque de pronto estoy sudando mientras imagino que hizo Bill en esa fiesta. Con quien estuvo, con quien bailo, con quien brindo, con quien me remplazo. Siento un nudo en la garganta al pensar que Bill me ha cambiado por alguien más, a pesar del intenso lazo que decía tener conmigo. La idea de que no soy lo suficientemente bueno para ser el gemelo de Bill Kaulitz no sale de mi mente. Ya no soy más su compañero inseparable y, aunque no lo quiera aceptar, duele.

 

Poco después de la una de la mañana por fin logro quedarme dormido, pero un fuerte ruido en la planta baja de la casa me hace abrir los ojos de golpe y sentarme en la cama. Descarto casi inmediatamente la idea de que alguien haya entrado, de nuevo Bill es lo primero que se me viene a la mente y estoy seguro de que el ruido lo ha hecho él porque acaba de regresar de su fiesta.

Cuando termino de bajar las escaleras, espero ver a Bill completamente borracho estampándose contra las paredes y todos los muebles que se le atraviesen. Sin embargo, mi hermano está sentado en una silla alta frente a la encimera de la cocina. Tiene un vaso con agua en la mano, pero no la bebe, simplemente le da vueltas y lo mira como si el pequeño remolino que se forma dentro fuera uno de verdad.

 —Feliz cumpleaños, Tom—. Ha notado que estoy ahí pero no dice la frase mirándome. Quiero ignorarlo, quiero decirle “no hagas más ruido, estoy intentando dormir” y largarme de ahí, pero mis piernas de pronto son ajenas a mi cerebro y se mueven hasta él.

Tomo una silla y me siento a su lado. —Mi cumpleaños terminó hace unas horas, me parece—. Él esconde su cabeza entre sus manos, revolviéndose un poco el cabello. No tiene aspecto de haber bebido hasta olvidar su nombre y no sé si eso sea bueno o malo.

— ¿Por qué últimamente lo único que buscas es que peleemos? —. Esta vez sí que me mira, su mirada casi como una súplica y yo me quedo sin palabras, porque yo no busco las peleas a propósito, porque siempre en esta relación yo soy el culpable y estoy harto de eso.

—No lo hago. Creo que las peleas se dan solas, ¿no? Tal vez nuestro lazo de gemelos se ha desgastado hasta romperse y ya no es lo de antes—. Bill vuelve a centrar su atención en el vaso de hace un rato. Estoy por pararme y volver a mi habitación, pero él dice algo.

—Creo que no te lo había dicho, pero me gusta cómo has arreglado tu cabello. Las rastas me traen muy buenos recuerdos, ¿sabes? —. Definitivamente no creo que sea un buen momento para la nostalgia. Pero Bill no parece compartir mi opinión. —Extraño la banda. En serio lo hago. Extraño a Georg y a Gustav, extraño viajar en un tourbus por todas partes y dormir en un país diferente cada semana. Extraño los gritos de las fans y estar sobre un escenario haciendo lo que más amo. Pero sobre todo te extraño a ti, Tom. Extraño lo que solíamos ser, lo que solíamos compartir y lo buenos que éramos para impulsarnos el uno al otro—. Bill baja la voz de pronto y ahora no solo tengo su mirada frente a mí, sino que todo su cuerpo esta paralelo al mío y me recorre un escalofrío porque hace demasiado tiempo que no lo tengo tan cerca.

—No parece que lo hicieras, sinceramente. Estoy seguro de que amas la vida que llevas ahora—. Es como si alguien estuviera llevándose todo el oxígeno de la habitación y el único lugar donde pudiera encontrarlo fuera el cálido aliento de Bill.

—Estoy diciendo la verdad—. Sus pies de pronto están en el piso y él da un pequeño paso que lo deja a centímetros de mi cara. —No amo esta vida más de lo que amo nuestro pasado y a menudo recuerdo esa noche en la que me dijiste que me amabas. ¿Tú la recuerdas? —. Estoy paralizado, arrinconado entre su delgado cuerpo y el respaldo de la silla y el aire es tan escaso y la distancia entre nosotros también lo es…

Sus labios rozan los míos por una fracción de segundo. —Y todos los días siento unas ganas infinitas de repetir ese momento una y otra vez—. Luego, sus labios se pegan por completo a los míos. Se adhieren, se fusionan, es como si fueran un par de imanes que no pueden separarse aunque quieran. No quiero corresponder, me niego a ceder y a retroceder ese paso enorme que acabo de dar. Pero esta noche mi cuerpo no está conectado a mi cerebro y en un instante estoy arrinconando a Bill contra el sillón y él tiene sus brazos alrededor de mi cuello y sus manos presionan mi cabeza contra la suya, besándonos con pasión y un poco de locura, justo como lo había imaginado tantas veces. Todos los sentimientos acumulados de años en los que nos dedicamos más a intentar reprimirlos que a luchar por dejarlos salir.

Apenas comienzo a disfrutar del momento cuando Bill me obliga separarme. Su mirada ha cambiado y ahora veo en sus ojos el profundo arrepentimiento. Comienza a negar con la cabeza y me empuja un poco más para tener espacio y sentarse.

— ¿No puedes solo… no irte a Alemania? Quédate conmigo, Tom. Pero por favor no me obligues a ceder a esta locura. Porque tú sabes que esto está mal, que no debemos. Y aun así no soporto la idea de vivir sin ti, ¿entiendes? —. No tengo idea de cómo se ha enterado y las lágrimas que comienzan a descender por sus mejillas me distraen tanto que no puedo organizar las palabras en mi cerebro.

— ¿Cómo…?

—Cuando estabas en la ducha, te llegó un mensaje de Georg y yo… yo lo leí… por favor Tom, reconsidéralo ¿sí? Tú y yo somos uno, no podemos…—. Sus manos se juntan, con los dedos entrelazados como si me suplicara que no me marchara. Pero el momento de duda se ha pasado. Mi cerebro está enchufado a mi boca ahora y sé perfectamente que no va haber marcha atrás, que la decisión ya está tomada.

—No, Bill. Ya entendí que vivir contigo sólo me hace daño. Y lo que acabas de hacer, intentar convencerme de que me quede con un par de besos, no hizo más que reforzar mis ganas de largarme de aquí y dejar de sufrir y de ser tu juguete de una vez por todas.

Me levantó del sofá y salgo de la habitación, dejando atrás la voz de Bill que dice mi nombre y me pide que regrese.

 

Alemania sigue igual a como la recuerdo y la sonrisa que se forma en mis labios es la más sincera que he tenido en mucho tiempo. Estaba harto. Tenía tanto acumulado dentro de mí que ya no podía continuar viviendo tranquilo. Así que tomé fuerzas y un día decidí que quería ser libre, que ya no podía soportarlo más. Y me aleje. Y siento que ahora tengo la oportunidad de dejar todo atrás y empezar de nuevo.

Georg hace un trabajo genial con la elección del departamento. Es relativamente grande y no es muy lujoso, aunque el lugar donde viva es lo de menos mientras esté lejos de Bill y cerca de los que son mis verdaderos amigos. Por fin me siento cómodo y seguro.

Pero en la noche, cuando estoy solo en mi habitación, de nuevo no puedo dormir por pensar en Bill. No me despedí de él. Nuestro encuentro en el sofá fue la última vez que nos vimos y nos dirigimos la palabra. Tal vez haya sido lo mejor, así no le di otra oportunidad de tentarme a cambiar de opinión.
Sin embargo, por momentos siento que no soy tan fuerte como para vivir lejos de él.  


Larissa C.B.
 

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