Capítulo 4.
I’ve got a
collar full of chemistry from your company, so maybe tonight I’ll be the
libertine.
Este era el primer día no tormentoso
que tenía desde hace mucho tiempo. Bill, como era costumbre desde el incidente
con Matt hace una semana, no se encontraba en casa desde las primeras horas de
la mañana. Poco a poco me acostumbraba a su ausencia y comencé a hacerme a la
idea de que muy pronto ya no le vería a diario como en los últimos veintitrés
años de vida.
No iba a ser un cambio sencillo, pero
sí sumamente necesario. La última semana no he parado de imaginar cómo será mi
vida sin Bill, al principio enumerando todo lo negativo que esto conlleva y
después pensando en toda la carga de dolor que voy a quitarme de encima.
Ya he hablado con Ria y con mi madre.
Ambas estaban bastantes sorprendidas con la noticia aunque no exactamente de la
misma forma. Por un lado está Ria, que ha armado un drama no por el hecho de
que me vaya, sino porque no la invité a venir conmigo. Me dijo que nuestra
relación estaba estancada y que ella no veía hacia dónde íbamos. Yo le respondí
que hacia ningún lado que yo quisiera y terminamos algo que en realidad para mí
nunca empezó. Y Simone, ella estaba muy contenta con que volviera y,
extrañamente, no me pregunto porque Bill no venía conmigo.
Sin Bill alrededor ha sido muy fácil
comenzar a hacer maletas y organizar mi partida. A este paso podré marcharme en
cuanto Georg consiga un departamento decente para nosotros sin que Bill lo
note. Mucho menos ahora que nuestro cumpleaños se acerca y él está demasiado
ocupado organizando una fiesta a la que probablemente no seré invitado.
— ¿Ya lo tienes todo listo? —De nuevo
me encuentro frente al monitor de mi portátil, observando la sonrisa enorme que
Georg lleva en el rostro. —Porque yo sí.
Mi amigo levanta la mano derecha y
entre sus dedos agita un par de llaves. — ¿Por fin encontraste uno bueno? —. No
puedo evitar sentirme tan emocionado como él, además de que el tipo tiene
buenos gustos y seguro el nuevo departamento es asombroso.
—Es tan bueno que Gustav ha decidido
venir a vivir con nosotros también—. El entusiasmo de Georg es demasiado
contagioso y de pronto tengo ansiedad por tomar ese avión y partir a Alemania
ahora mismo.
— ¡Eso es genial! Pero… ¿Gustav no
estaba viviendo con aquella chica?
—Tú lo has dicho, estaba. Parece
que las cosas no funcionaron—. Georg se encoge de hombros. Jamás conocí a la
novia de Gustav, pero Georg me dijo una vez que no era muy guapa y que era
demasiado celosa. Creo que él se alegra de que Gustav esté soltero de nuevo
pero no quiere admitirlo.
—Perfecto. Entonces confirmare la
reservación de ese asiento de avión que sale en cuatro días. Llegaré a Alemania
por la mañana, así que asegúrate de no olvidarme en el aeropuerto —. Su sonrisa
sigue intacta desde que empezamos a conversar, pero de pronto se desvanece y su
ceño se frunce como si se hubiera dado cuenta de algo que yo no quiero
mencionar y que espero que él tampoco. Pero lo hace.
—Kaulitz, tu cumpleaños es dentro de
tres días— lo afirma, como si creyese que yo lo he olvidado. No lo he hecho. Sé
que dentro de tres días tendré veinticuatro años y que además comparto esa
fecha con otra persona. Alguien a quien en este momento no quiero tener en mi
mente ni por un segundo.
—Lo sé, Georg. Pero es el único vuelo
en primera clase que puedo conseguir, ¿ok?
— ¿Seguro? ¿No será que quieres pasar
tu cumpleaños con Bill antes de irte?
—Por supuesto que no. Últimamente no
paso ni un minuto con él. Y considerando que él no tiene ninguna intención de
pasarlo conmigo…
Georg es mi mejor amigo, la segunda
persona en el mundo que puede adivinar lo que pienso con solo mirarme. Quizá
ahora tenga el puesto número uno desde que mi relación con Bill se ha ido a la
mierda. Cambiamos el tema bruscamente, y comenzamos a hablar de lo buena que
será nuestra vida en Alemania y de lo mucho que se parecerá a los viejos
tiempos.
Es primero de septiembre y estoy solo
en casa. Bill dejó una nota en mi mesa de noche con una dirección y un
brazalete dorado que dice “VIP” en letras negras, supongo que del lugar donde
su fiesta se va a celebrar y a la cual definitivamente no pienso asistir. Si
hace unos años me hubieran dicho que celebraríamos un cumpleaños separados no
me lo hubiera creído.
Ha decir verdad, yo no voy a celebrar
absolutamente nada. Me dedicaré completamente a asegurarme de que todo esté
listo para partir mañana.
Estoy dando vueltas por mi dormitorio,
asegurándome de que todo lo importante está dentro de una de mis maletas. Me
detengo un segundo, para observar esta caja de cemento que ha sido mi refugio
en el último par de años. Viéndola vacía, con solo muebles que yo no escogí,
con paredes sin recuerdos y estoy más seguro que nunca de que yo jamás
pertenecí a este lugar. Y me alegro aún más de saber que pronto podré encontrar
un lugar donde yo de verdad pertenezco y no es uno donde se encuentra
Bill.
Al final Georg siempre tiene razón. A
pesar de haberlo compartido todo, hasta el vientre de mi madre, Bill y yo no
somos uno.
Georg y Gustav llaman cuando es casi la
media noche para felicitarme. Técnicamente mi cumpleaños ha acabado en este
lado del mundo, pero les agradezco por ser los únicos además de mi madre
que me han deseado un feliz cumpleaños.
Cuando la llamada termina, me meto en
la cama para dormir. Pero en el instante en que mis ojos se cierran, Bill
aparece en mis pensamientos casi automáticamente y recuerdo que por primera vez
hemos estado separados en nuestro cumpleaños. Una lluvia de preguntas me ataca
y es como si de verdad mojara porque de pronto estoy sudando mientras imagino
que hizo Bill en esa fiesta. Con quien estuvo, con quien bailo, con quien
brindo, con quien me remplazo. Siento un nudo en la garganta al pensar que Bill
me ha cambiado por alguien más, a pesar del intenso lazo que decía tener conmigo.
La idea de que no soy lo suficientemente bueno para ser el gemelo de Bill
Kaulitz no sale de mi mente. Ya no soy más su compañero inseparable y, aunque
no lo quiera aceptar, duele.
Poco después de la una de la mañana por
fin logro quedarme dormido, pero un fuerte ruido en la planta baja de la casa
me hace abrir los ojos de golpe y sentarme en la cama. Descarto casi
inmediatamente la idea de que alguien haya entrado, de nuevo Bill es lo primero
que se me viene a la mente y estoy seguro de que el ruido lo ha hecho él porque
acaba de regresar de su fiesta.
Cuando termino de bajar las escaleras,
espero ver a Bill completamente borracho estampándose contra las paredes y
todos los muebles que se le atraviesen. Sin embargo, mi hermano está sentado en
una silla alta frente a la encimera de la cocina. Tiene un vaso con agua en la
mano, pero no la bebe, simplemente le da vueltas y lo mira como si el pequeño
remolino que se forma dentro fuera uno de verdad.
—Feliz cumpleaños, Tom—. Ha
notado que estoy ahí pero no dice la frase mirándome. Quiero ignorarlo, quiero
decirle “no hagas más ruido, estoy intentando dormir” y largarme de ahí, pero
mis piernas de pronto son ajenas a mi cerebro y se mueven hasta él.
Tomo una silla y me siento a su lado.
—Mi cumpleaños terminó hace unas horas, me parece—. Él esconde su cabeza entre
sus manos, revolviéndose un poco el cabello. No tiene aspecto de haber bebido
hasta olvidar su nombre y no sé si eso sea bueno o malo.
— ¿Por qué últimamente lo único que
buscas es que peleemos? —. Esta vez sí que me mira, su mirada casi como una
súplica y yo me quedo sin palabras, porque yo no busco las peleas a propósito,
porque siempre en esta relación yo soy el culpable y estoy harto de eso.
—No lo hago. Creo que las peleas se dan
solas, ¿no? Tal vez nuestro lazo de gemelos se ha desgastado hasta romperse y ya
no es lo de antes—. Bill vuelve a centrar su atención en el vaso de hace un
rato. Estoy por pararme y volver a mi habitación, pero él dice algo.
—Creo que no te lo había dicho, pero me
gusta cómo has arreglado tu cabello. Las rastas me traen muy buenos recuerdos,
¿sabes? —. Definitivamente no creo que sea un buen momento para la nostalgia.
Pero Bill no parece compartir mi opinión. —Extraño la banda. En serio lo hago.
Extraño a Georg y a Gustav, extraño viajar en un tourbus por todas partes y
dormir en un país diferente cada semana. Extraño los gritos de las fans y estar
sobre un escenario haciendo lo que más amo. Pero sobre todo te extraño a ti,
Tom. Extraño lo que solíamos ser, lo que solíamos compartir y lo buenos que
éramos para impulsarnos el uno al otro—. Bill baja la voz de pronto y ahora no
solo tengo su mirada frente a mí, sino que todo su cuerpo esta paralelo al mío
y me recorre un escalofrío porque hace demasiado tiempo que no lo tengo tan
cerca.
—No parece que lo hicieras,
sinceramente. Estoy seguro de que amas la vida que llevas ahora—. Es como si
alguien estuviera llevándose todo el oxígeno de la habitación y el único lugar
donde pudiera encontrarlo fuera el cálido aliento de Bill.
—Estoy diciendo la verdad—. Sus pies de
pronto están en el piso y él da un pequeño paso que lo deja a centímetros de mi
cara. —No amo esta vida más de lo que amo nuestro pasado y a menudo recuerdo
esa noche en la que me dijiste que me amabas. ¿Tú la recuerdas? —. Estoy
paralizado, arrinconado entre su delgado cuerpo y el respaldo de la silla y el
aire es tan escaso y la distancia entre nosotros también lo es…
Sus labios rozan los míos por una
fracción de segundo. —Y todos los días siento unas ganas infinitas de repetir
ese momento una y otra vez—. Luego, sus labios se pegan por completo a los
míos. Se adhieren, se fusionan, es como si fueran un par de imanes que no
pueden separarse aunque quieran. No quiero corresponder, me niego a ceder y a
retroceder ese paso enorme que acabo de dar. Pero esta noche mi cuerpo no está
conectado a mi cerebro y en un instante estoy arrinconando a Bill contra el
sillón y él tiene sus brazos alrededor de mi cuello y sus manos presionan mi
cabeza contra la suya, besándonos con pasión y un poco de locura, justo como lo
había imaginado tantas veces. Todos los sentimientos acumulados de años en los
que nos dedicamos más a intentar reprimirlos que a luchar por dejarlos salir.
Apenas comienzo a disfrutar del momento
cuando Bill me obliga separarme. Su mirada ha cambiado y ahora veo en sus ojos
el profundo arrepentimiento. Comienza a negar con la cabeza y me empuja un poco
más para tener espacio y sentarse.
— ¿No puedes solo… no irte a Alemania?
Quédate conmigo, Tom. Pero por favor no me obligues a ceder a esta locura.
Porque tú sabes que esto está mal, que no debemos. Y aun así no soporto la idea
de vivir sin ti, ¿entiendes? —. No tengo idea de cómo se ha enterado y las
lágrimas que comienzan a descender por sus mejillas me distraen tanto que no
puedo organizar las palabras en mi cerebro.
— ¿Cómo…?
—Cuando estabas en la ducha, te llegó
un mensaje de Georg y yo… yo lo leí… por favor Tom, reconsidéralo ¿sí? Tú y yo
somos uno, no podemos…—. Sus manos se juntan, con los dedos entrelazados como
si me suplicara que no me marchara. Pero el momento de duda se ha pasado. Mi
cerebro está enchufado a mi boca ahora y sé perfectamente que no va haber
marcha atrás, que la decisión ya está tomada.
—No, Bill. Ya entendí que vivir contigo
sólo me hace daño. Y lo que acabas de hacer, intentar convencerme de que me
quede con un par de besos, no hizo más que reforzar mis ganas de largarme de
aquí y dejar de sufrir y de ser tu juguete de una vez por todas.
Me levantó del sofá y salgo de la
habitación, dejando atrás la voz de Bill que dice mi nombre y me pide que
regrese.
Alemania sigue igual a como la recuerdo
y la sonrisa que se forma en mis labios es la más sincera que he tenido en
mucho tiempo. Estaba harto. Tenía tanto acumulado dentro de mí que ya no podía
continuar viviendo tranquilo. Así que tomé fuerzas y un día decidí que quería
ser libre, que ya no podía soportarlo más. Y me aleje. Y siento que ahora tengo
la oportunidad de dejar todo atrás y empezar de nuevo.
Georg hace un trabajo genial con la
elección del departamento. Es relativamente grande y no es muy lujoso, aunque
el lugar donde viva es lo de menos mientras esté lejos de Bill y cerca de los
que son mis verdaderos amigos. Por fin me siento cómodo y seguro.
Pero en la noche, cuando estoy solo en
mi habitación, de nuevo no puedo dormir por pensar en Bill. No me despedí de
él. Nuestro encuentro en el sofá fue la última vez que nos vimos y nos
dirigimos la palabra. Tal vez haya sido lo mejor, así no le di otra oportunidad
de tentarme a cambiar de opinión.
Sin embargo, por momentos siento que no soy tan fuerte como para vivir
lejos de él.
Larissa C.B.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario